En clave de dos, Guadix

Al caer la noche, la Tierra se alboroza en un anhelo. Es la humedad marina viniendo. Al otro lado de Sulayr, hacia el Sur, ésta se encarama cual escalador en busca de su objetivo. Nunca las barreras físicas fueron óbice para el encuentro entre dos elementos tan distintos. Agua y Tierra. La y Él, no siendo ya sino ELLA. Truena en las cumbres en señal de lo que está por venir.

El calor de la tierra anima a la humedad en su búsqueda, una lo siente, otro la aspira. Abajo, el tiempo parece detenerse cuando lo que está en juego es la magia de la dualidad creadora. La Tierra vibra cuando al Agua se encuentra, y el escalofrío la recorre vereda abajo. Despacio, con delicadeza, el agua comienza a deslizar desde lo alto antes de abrazarla. Poco a poco, la escorrentía da paso al torrente entre los montes y las ramblas, que un día llamarán de Cea y Galamar. El Agua, donde la Tierra la abraza, nunca en otro lugar sino allí, en aquel momento en donde la primera va esculpiendo con suavidad a la segunda. Cíclicamente las venidas colman de sensaciones a la Tierra, la llenan de vida en cada oquedad, de tal modo que con el tiempo surgirá la creación de su encuentro en la memoria futura de sus próximos moradores.

El estruendo de su unión colma la suavidad anterior, y todo se acelera en pos de un final imaginado durante eones, mas nunca vivido. El clímax, imbuido del nómada espíritu, llega como de improviso. El Agua, torrente de la lluvia, enfila el Wadi. La Tierra respira y cobra vida durante el encuentro, moldeada, amasada como si el Demiurgo la estuviera observando, y adopta nuevas formas que le recordarán el encuentro, vibrantes y llenas de emoción. Todo aquel que pose mañana su fina mirada entre sus pliegues entenderá, al fin, lo que en ese momento ocurre.  

Testigos de excepción serán en el futuro los vecinos y paseantes de Wadi As, no otra sino Guadix, ELLA. Río de vida, pues fruto del encuentro de esta noche será. Y con su nombre homenajeará a aquellos dos jóvenes elementos que una noche se encontraron tras los convencionalismos, al abrigo de Sulayr.  

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