La Mar

La mar, desafío permanente, fiera, pero amiga, resulta desde tiempo inmemorial reclamo de la persona que, en virtud de sus deseos e intereses, decide adentrarse en las aguas para surcar sus derrotas y arribar al puerto que sí misma escoge. Al exceso y desafío que supone, el Hombre ha sabido dar —con su libre albedrío y voluntad— cumplida respuesta en toda Edad y Tierra toda, como la Historia demuestra y el Hoy evidencia. La influencia de la mar en el devenir del Hombre toma forma en el análisis que A.T. Mahan realiza en su obra "Influencia del Poder Naval en la Historia, 1660-1783", obra plenamente vigente en tanto que dominar la mar, ese elemento excesivo y hostil, es controlar el futuro. Un hombre es, por tanto, y más allá de condicionantes o diferencias, dueño de su Destino si por tal se tiene, si su ánimo no desmerece a sus sueños.

La mar pues, en su eterno vaivén, encierra la clave del éxito terrenal de todo Hombre y toda Nación, a resultas de que la libertad que ofrece posibilita —y no condiciona— los nuevos horizontes que la Humanidad siempre ha deseado para sí. Es, de ese modo, partícipe en mayor o menor medida de todas las vicisitudes que se presenten en la Historia.

Y una voz se alza en la lejanía:

¡Hombre libre, tú siempre amarás la mar!

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