El Último Romántico

EL ÚLTIMO ROMÁNTICO:

Eterno como un atardecer en el ártico,
Visité la tumba del último romántico,
Y, como una centella,
Deposité una flor sobre ella,
Al tiempo que me prometía,
Que no te fallaría…

Eres mi última estrella, mi último lucero, iluminas mi camino en su triste deriva, en el océano de los que como yo, hemos perdido el timonel que nos conducía.

Estrella de Belén,
Guías mis remos por la laguna Estigia,
Tras la cual, lo se, alcanzaré el cielo,
Por tormentoso que sea el infierno…


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Saratoga: En Tu Cuerpo




LETRA DE LA CANCION SARATOGA - EN TU CUERPO (VII)


En Tu Cuerpo

Despertaré en el diván de tus sueños,

fugaz como un atardecer en invierno,

y reír dentro de ti, arropada junto a mi,

destapando el antifaz, de tu cuerpo.


Besarte es sentir, el calor del infierno,

miradas complices, de nuestro juego

y sentarme junto a ti y saber que estás ahí,

está canción te hará sentir, el deseo...


Eres la llama de mi corazón,

la furia que cabalga en mi interior,

estrella que ilumina mi valor,

es tu cuerpo...


Y sentarme junto a ti y saber que estás ahí

está canción te hará sentir el deseo...


x4 Eres la llama de mi corazón,

la furia que cabalga en mi interior,

estrella que ilumina mi valor,

es tu cuerpo...


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Alba de Vida

La intuición, ese ángel mujer que pasa de puntillas, me susurra al oído:

Debo mirarte de frente y
Contemplar el universo en tus ojos,
Que como azules estrellas,
Iluminan mi corazón en su camino.

Y sin embargo,
El Sol de nuestros Destinos,
Está rolando a poniente,
Camino de la bifurcación,
Entre el día y la noche,
Ahora eufemísticamente llamada,
Chamartín.

Oh! Cariño mío,
tu imagen reverbera en mis noches cargadas de melancolía,
como un dulce recuerdo, me acompañas en mis noches en vela,
inquieto ante unos sentimientos, que no alcanzo a comprender.

Y echando la vista atrás,
Me estremezco al pensar,
Que ya pensaba en ti,
En la Siberia interior,
Llamada infierno invernal…

Eres poesía, la más bella y dulce sinfonía,
que un solitario corazón acertó a escuchar…

Camino de tus orígenes vas,
Algún día, lo sé,
Volveremos a encontrarnos,
Pues sólo en mi alma,
Estás ya…

Ciao bella.

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¿Qué es el Amor?


El amor es -entre otras cosas- mirar con los ojos del alma al centro mismo de la otra persona y no ver más que poesía.


El amor, como todo lo perfecto, es curvo. Una vez entrado en ese gran círculo, el de la eternidad, partimos de él y a él volveremos, estoy seguro.


Un torrente de pensamientos se amontonan y luchan en mi interior por ordenarse. Sin embargo, hay uno que se impone, uno que surgió hace muy poco y que, por su propia fuerza, predomina...
Aunque, según los sabios, sólo conoce el verdadero amor aquel que ama sin esperanza...

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Pagafantas


Me siento frustrado, me he dado cuenta de que soy uno más de los muchos pagafantas que hay por el mundo.

Ridículo, enojado conmigo mismo y con las circunstancias, quien sabe si con el mismo destino.

En estos momentos la chica que quiero se me está escapando de entre los dedos, simplemente por mi culpa, por mi actitud, por mis miedos…

Sin quererlo, en mi anterior escrito he dejado reflejado en el bueno de Uncini mi yo interior. Un ser solitario, falto de amor y que busca el consuelo en las más diversas distracciones, ya sean ovnis, misterios o el mundo del motor.

Creyendo como creo en la ley del contrato, me dan ganas de alzar el puño contra mí mismo por haber elegido una existencia tan solitaria, tan atormentada por los fantasmas de un pasado casi inexistente y asolada por los miedos ante un futuro que se me antoja tan próximo y tan inalcanzable, que me está consumiendo.

Ahora ya no importa, es más que probable que este que escribe continúe su búsqueda de la verdad, de la mano sólo de sus pensamientos y caminando a la sombra de las vidas de los demás.
Pagafantas Miranda, el último pringado sobre la faz de la tierra.

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El Solitario


Eran ya las nueve de la noche y el solitario padre Uncini seguía sin rumbo, asolado ante sus pensamientos, desnudo frente a su conciencia.

Errante como un espectro, vagaba por las lomas de una de las múltiples colinas romanas, bañado por los apresurados rayos de un Sol rolando a poniente.

¿Acaso estaba loco? ¿Qué era aquello que había visto horas antes, sobre el radiante cielo de la ciudad eterna?

Estas y otras muchas preguntas pasaban atropelladamente sobre su mente, cada una de ellas, resquebrajaba los ya de por sí frágiles cimientos de sus creencias de la realidad y la existencia.

Tomó la senda principal que le guiaría hasta la cima de la montaña. Allí pensó que, de haber alguien, no se fijaría en él gracias a la bella perspectiva que desde el cúlmen se disfrutaba.

El astro rey, difuminado ya en las brumas de un horizonte cargado de honra y sangre, le había dejado huérfano.

Llegó a la cima y tomó un bonito mirador. El bueno de Uncini aún no salía de su asombro, aquello, fuera lo que fuera, lo había impresionado y había abierto la caja de Pandora de la duda.

Como de la nada y salido de improviso, un hombre de mediana edad, vestido con una gabardina y con un sombrero a juego, le habló.

A monseñor casi le da un infarto, enfrascado en sí mismo, aquella voz no pareció sonarle humana ¿estaría definitivamente loco?

- Es realmente bella ¿verdad? De soslayo, Uncini trataba de adivinar quien sería su nuevo interlocutor y extrañado, trató de responder normalmente:
- Sí, en verdad lo es. Discúlpeme, ¿podría saber quien es usted?
- Amigo mío, (Uncini intuyó que aquel ser plantado a su izquierda era alguien importante) si le dijese quien soy realmente usted simplemente enloquecería definitivamente.
- ¿Y cómo sabe usted eso? No me conoce de nada como para hacer juicios de valor.
Sonriendo y tomándole por el hombro, el desconocido le dijo: - Porque aquellos a quienes nos revelamos parcialmente, precisamente por haber visto un destello de la grandeza de la Vida, un exceso de información podría hundirlos en la locura, tenga paciencia.
Al padre le recorrió un escalofrío según oía las últimas palabras, aquel desconocido parecía saber mucho más de lo que mentaba.
- ¿Pero cómo? ¿Usted sabe más acerca de lo que he visto esta mañana?
- Hermano, justamente, lo que ha visto esta mañana es una señal a sus dudas, digamos llanamente que se trata de un empujón hacia la verdad. Si usted supiese de donde soy, esa verdad parcialmente revelada quedaría relegada a un segundo plano y no es esa nuestra intención.
- ¿Nuestra intención? ¿Acaso pertenece a algún tipo de organización gubernamental?

Riendo y dándole la mano, aquel desconocido desveló un último secreto, un secreto que en parte confirmó sus palabras anteriores y que lo tuvo ensimismado durante jornadas:
- No soy de ninguna organización estatal como usted las entiende, simplemente usted ahora sabe que hay mucho más que lo que creemos ver habitualmente y ahora, simplemente, emprende la búsqueda que ya han iniciado miles de seres humanos antes que usted, la búsqueda de la Verdad.

Impresionado por las palabras de su interlocutor, Uncini miró las primeras luces que despuntaban en Roma. Embriagado ante la belleza contemplada, dijo:
- En verdad debe tener razón, somos unos recién nacidos en el mundo.

Volvió la cabeza hacia su ahora amigo y no fue capaz de encontrarlo, buscó entre la gente amontonada en la plaza de Miguel Ángel pero fue en vano.

Aún pensativo en las palabras de aquel ser, comenzó el descenso hacia las concurridas calles cuando con un destello de intuición, miró al cielo. Casualmente, un trazo color amarillo cruzó su vista estelar al tiempo que desde su interior brotaba una voz, la misma que había hablado con él minutos antes que le decía:

- Tranquilo, no estáis solos.

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Una mañana cualquiera

Son las nueve de la mañana.

Tras una noche en la cual me ha costado conciliar el sueño, debido a preocupaciones que no vienen al caso, me veo ahora escribiendo estas líneas en busca del sino de este mi ser.

Me asomo por la ventana y ¿qué veo?

Una pequeña rosa roja despunta por el alféizar, seguida por otras dos pequeñas aprendices de flora.
El cielo azul me avisa de un nuevo día radiante, pleno de calor y de los suaves vuelos de alguna rapaz despistada.
El sauce llorón acaricia el flanco oeste, recordándome un pasado en el cual fue grande y bello, ahora implorando por las esquinas de mi ventana en busca de su alter ego, inexplicablemente desgajado por la chispa inexorable.
En el centro de mi visión, el níspero mediterráneo, cuajado de fruto, parece saludar con sus hojas rampantes, queriendo alcanzar un cielo al que sin saberlo, posee desde el día de su alumbramiento.

Árboles, casas, pájaros, agua, puestos en la vida por no se sabe quien, gozoso quizá, de ver a los miopes terrícolas vagar por una tierra fruto del amor, ahora hundida en la desdicha de quien se sabe heredero de un Destino.

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Una búsqueda


Una búsqueda oficialmente imposible.
3 de Julio de 2008, Guadarrama.

Son las seis de la tarde, empujados por un ánimo desbocado, Nacho, Juanjo y el que escribe, decidimos salir al monte en busca de una cueva que, como relato en el título es, según las tesis de algunos, oficialmente imposible de encontrar.

Una vez en el área de influencia, comenzamos a explorar. No faltan los resbalones, arañazos y caídas de rigor. La cueva no es otra cosa que una mina abandonada de wolframio, la cual queremos explorar.

Pasan los minutos, puede que horas, sin embargo, la cueva se resiste a salir a la luz y desanimados, procedemos a ascender monte arriba.

Lo que no sabíamos en aquel momento, es que cueva, intuición y refugio se hallaban íntimamente relacionados.

Y llegó el momento de decidir que hacer. Nos decantamos (¿o nos fue susurrado?) por una rápida ascensión a un cerro próximo y visitar el refugio que lo corona. La subida, como tantas veces, vino acompañada de los resoplidos, maldiciones y lamentos de los que no ven cercano el fin de sus aflicciones.

Y llegó la cima, el refugio-corona, nos miraba impávido, casi burlón. Nos decidimos por explorarlo, comprobando que en su interior se gozaba de un bonito parapeto hacia los gélidos vientos que, sin duda, azotan al ventisquero durante el invierno.

Los siguientes momentos cada uno los dedicamos como creímos más oportuno. Juanjo, al abrigo de un solitario vacuno, bañado por un sol en fuga y acompañado sólo de sus pensamientos, se dejó recostar sobre la roca calentada por los hijos del astro-rey.

Nacho, haciendo gala de su espíritu aventurero, salió en búsqueda de los gigantes, ahora eufemísticamente llamados molinos de viento y, como quien no quiere la cosa, se topó de bruces con este que escribe.

Yo, por otro lado, había decidido encaramarme al risco salmantino, rodeado por los vientos de vida que insuflan confianza, sin esperar nada a cambio. Mi único horizonte lo conformaban los fríos destellos que la antigua villa de Madrid acertaba a propagar al infinito. Como un desesperado SOS, los otrora nobles castillos y remansados caseríos, parecían llorar por un pasado cuajado de paz, inexplicablemente huida de aquellos pagos.

Anochecía sobre las suaves colinas y así como llegamos, nos marchamos. Cuando, oscureciendo, llegamos al coche, un destello de intuición iluminó la conciencia de Nacho y como un tiro, descendió por las impracticables pendientes colmadas de cardos, rocas, árboles y arbustos. Al poco de descender de la cota principal unos cien metros, lanzó un grito de júbilo, un grito que sonó a triunfo. La había encontrado.

Juanjo, cuando quise darme cuenta, ya estaba descendiendo, así que no tuve más remedio que lanzarme tras ellos, sin duda animado por el hallazgo.

La cueva no era más grande que una pequeña abertura practicada en el granito, rezumante de agua que como una señal, susurraba que podría ser profunda.

Lástima de las penumbras que bañaban puntuales las lomas orientales de la serranía. Era un preludio, una esperanza y una promesa, esa cueva en el futuro, de nuevo será visitada por unos incorregibles locos, aspirantes al club de la Mágica Fe.

Y uniendo sensaciones y experiencias, es cuando reluce el hilo conductor de esta historia, aquel que va mostrando poco a poco el camino y que, casi sin darnos cuenta y saliendo por la puerta de atrás, nos va orientando.

Cueva, intuición y refugio, las tres llaves maestras de las que se sirvió el Destino para darnos un guiño, una pincelada más de nuestra vida y que poco a poco, va dibujando el paisaje y paisanaje de nuestro yo interior.

Los tres, lo se, caminábamos acompañados aquella tarde…

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¿Ovni?


No lo negaré, creí hasta en dos ocasiones, estar haciendo fotos a un helicóptero.

Su sonido era el mismo, si bien su forma no la pude distinguir bien.

Me encontraba haciendo pruebas fotográficas en la ventana del dormitorio de mis padres, apuntando al cielo nocturno, cuando lo oí venir y me dispuse para fotografiarlo.

La primera vez que lo intenté la foto salió en negro y maldije mi suerte, pues pensé que ya no volvería a verlo. Grave error, la providencia tenía otros planes.

Por segunda vez y al cabo de unos minutos, el mismo ¿helicóptero? apareció de nuevo por el mismo lugar, justo sobre mi vertical. No tuve tiempo de prepararme, simplemente disparé hacia el cielo con la esperanza de captarlo. Y lo hice, pero los resultados no fueron los esperados.

Al revisar las fotos en el ordenador quedé perplejo, el supuesto helicóptero no era tal en mi foto, sino una especie de bola anaranjada en movimiento.
Y las dudas, de nuevo, afloraron. ¿Se trataba de un ovni? ¿Había tenido la suerte de haberme cruzado con uno? ¿Por qué ninguna de las pruebas a las que sometí las fotos arrojaron alguna luz al asunto? ¿Por qué no salió en la primera foto, cuando de hecho, apunté en su dirección?

Por supuesto, mis dudas siguen ahí, como un semáforo en rojo que me obliga a detenerme y mirar hacia lo alto.

En la foto salen otros dos fenómenos, los cuales, no se muy bien por qué salen en todas las fotos de esa cámara. Una, la primera, una raya vertical que sale al retocar los niveles de las fotos y una segunda, pequeños puntos de luz de colores en diversos lugares de la fotografía.

¿Acaso un supuesto ovni es capaz de adoptar la forma de otros objetos para camuflarse? No sería la primera vez, desde luego.

Si alguien puede aportar luz al asunto, le rogaría que me lo comunicase, al fin y al cabo, los que lean esto, deben de ser buscadores de la Verdad.

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