El Solitario


Eran ya las nueve de la noche y el solitario padre Uncini seguía sin rumbo, asolado ante sus pensamientos, desnudo frente a su conciencia.

Errante como un espectro, vagaba por las lomas de una de las múltiples colinas romanas, bañado por los apresurados rayos de un Sol rolando a poniente.

¿Acaso estaba loco? ¿Qué era aquello que había visto horas antes, sobre el radiante cielo de la ciudad eterna?

Estas y otras muchas preguntas pasaban atropelladamente sobre su mente, cada una de ellas, resquebrajaba los ya de por sí frágiles cimientos de sus creencias de la realidad y la existencia.

Tomó la senda principal que le guiaría hasta la cima de la montaña. Allí pensó que, de haber alguien, no se fijaría en él gracias a la bella perspectiva que desde el cúlmen se disfrutaba.

El astro rey, difuminado ya en las brumas de un horizonte cargado de honra y sangre, le había dejado huérfano.

Llegó a la cima y tomó un bonito mirador. El bueno de Uncini aún no salía de su asombro, aquello, fuera lo que fuera, lo había impresionado y había abierto la caja de Pandora de la duda.

Como de la nada y salido de improviso, un hombre de mediana edad, vestido con una gabardina y con un sombrero a juego, le habló.

A monseñor casi le da un infarto, enfrascado en sí mismo, aquella voz no pareció sonarle humana ¿estaría definitivamente loco?

- Es realmente bella ¿verdad? De soslayo, Uncini trataba de adivinar quien sería su nuevo interlocutor y extrañado, trató de responder normalmente:
- Sí, en verdad lo es. Discúlpeme, ¿podría saber quien es usted?
- Amigo mío, (Uncini intuyó que aquel ser plantado a su izquierda era alguien importante) si le dijese quien soy realmente usted simplemente enloquecería definitivamente.
- ¿Y cómo sabe usted eso? No me conoce de nada como para hacer juicios de valor.
Sonriendo y tomándole por el hombro, el desconocido le dijo: - Porque aquellos a quienes nos revelamos parcialmente, precisamente por haber visto un destello de la grandeza de la Vida, un exceso de información podría hundirlos en la locura, tenga paciencia.
Al padre le recorrió un escalofrío según oía las últimas palabras, aquel desconocido parecía saber mucho más de lo que mentaba.
- ¿Pero cómo? ¿Usted sabe más acerca de lo que he visto esta mañana?
- Hermano, justamente, lo que ha visto esta mañana es una señal a sus dudas, digamos llanamente que se trata de un empujón hacia la verdad. Si usted supiese de donde soy, esa verdad parcialmente revelada quedaría relegada a un segundo plano y no es esa nuestra intención.
- ¿Nuestra intención? ¿Acaso pertenece a algún tipo de organización gubernamental?

Riendo y dándole la mano, aquel desconocido desveló un último secreto, un secreto que en parte confirmó sus palabras anteriores y que lo tuvo ensimismado durante jornadas:
- No soy de ninguna organización estatal como usted las entiende, simplemente usted ahora sabe que hay mucho más que lo que creemos ver habitualmente y ahora, simplemente, emprende la búsqueda que ya han iniciado miles de seres humanos antes que usted, la búsqueda de la Verdad.

Impresionado por las palabras de su interlocutor, Uncini miró las primeras luces que despuntaban en Roma. Embriagado ante la belleza contemplada, dijo:
- En verdad debe tener razón, somos unos recién nacidos en el mundo.

Volvió la cabeza hacia su ahora amigo y no fue capaz de encontrarlo, buscó entre la gente amontonada en la plaza de Miguel Ángel pero fue en vano.

Aún pensativo en las palabras de aquel ser, comenzó el descenso hacia las concurridas calles cuando con un destello de intuición, miró al cielo. Casualmente, un trazo color amarillo cruzó su vista estelar al tiempo que desde su interior brotaba una voz, la misma que había hablado con él minutos antes que le decía:

- Tranquilo, no estáis solos.

Posted by Unknown |

1 comentarios:

Anónimo dijo...

¿De cuantos hechos históricos hemos sido sólo nosotros dos testigos?, Uncini? ¿Cuantás veces hemos creado o cambiado la Historia? Y nuestros nombres no adornarán nunca la página de ningún libro. Ningún monumento perpetuará jamás nuestros rostros. Y aún así esta noche de nuevo el rumbo de la historia de la humanidad será marcado de nuevo por dos hombres... que se ocultan en las sombras.

Garganta Profunda.