Una búsqueda


Una búsqueda oficialmente imposible.
3 de Julio de 2008, Guadarrama.

Son las seis de la tarde, empujados por un ánimo desbocado, Nacho, Juanjo y el que escribe, decidimos salir al monte en busca de una cueva que, como relato en el título es, según las tesis de algunos, oficialmente imposible de encontrar.

Una vez en el área de influencia, comenzamos a explorar. No faltan los resbalones, arañazos y caídas de rigor. La cueva no es otra cosa que una mina abandonada de wolframio, la cual queremos explorar.

Pasan los minutos, puede que horas, sin embargo, la cueva se resiste a salir a la luz y desanimados, procedemos a ascender monte arriba.

Lo que no sabíamos en aquel momento, es que cueva, intuición y refugio se hallaban íntimamente relacionados.

Y llegó el momento de decidir que hacer. Nos decantamos (¿o nos fue susurrado?) por una rápida ascensión a un cerro próximo y visitar el refugio que lo corona. La subida, como tantas veces, vino acompañada de los resoplidos, maldiciones y lamentos de los que no ven cercano el fin de sus aflicciones.

Y llegó la cima, el refugio-corona, nos miraba impávido, casi burlón. Nos decidimos por explorarlo, comprobando que en su interior se gozaba de un bonito parapeto hacia los gélidos vientos que, sin duda, azotan al ventisquero durante el invierno.

Los siguientes momentos cada uno los dedicamos como creímos más oportuno. Juanjo, al abrigo de un solitario vacuno, bañado por un sol en fuga y acompañado sólo de sus pensamientos, se dejó recostar sobre la roca calentada por los hijos del astro-rey.

Nacho, haciendo gala de su espíritu aventurero, salió en búsqueda de los gigantes, ahora eufemísticamente llamados molinos de viento y, como quien no quiere la cosa, se topó de bruces con este que escribe.

Yo, por otro lado, había decidido encaramarme al risco salmantino, rodeado por los vientos de vida que insuflan confianza, sin esperar nada a cambio. Mi único horizonte lo conformaban los fríos destellos que la antigua villa de Madrid acertaba a propagar al infinito. Como un desesperado SOS, los otrora nobles castillos y remansados caseríos, parecían llorar por un pasado cuajado de paz, inexplicablemente huida de aquellos pagos.

Anochecía sobre las suaves colinas y así como llegamos, nos marchamos. Cuando, oscureciendo, llegamos al coche, un destello de intuición iluminó la conciencia de Nacho y como un tiro, descendió por las impracticables pendientes colmadas de cardos, rocas, árboles y arbustos. Al poco de descender de la cota principal unos cien metros, lanzó un grito de júbilo, un grito que sonó a triunfo. La había encontrado.

Juanjo, cuando quise darme cuenta, ya estaba descendiendo, así que no tuve más remedio que lanzarme tras ellos, sin duda animado por el hallazgo.

La cueva no era más grande que una pequeña abertura practicada en el granito, rezumante de agua que como una señal, susurraba que podría ser profunda.

Lástima de las penumbras que bañaban puntuales las lomas orientales de la serranía. Era un preludio, una esperanza y una promesa, esa cueva en el futuro, de nuevo será visitada por unos incorregibles locos, aspirantes al club de la Mágica Fe.

Y uniendo sensaciones y experiencias, es cuando reluce el hilo conductor de esta historia, aquel que va mostrando poco a poco el camino y que, casi sin darnos cuenta y saliendo por la puerta de atrás, nos va orientando.

Cueva, intuición y refugio, las tres llaves maestras de las que se sirvió el Destino para darnos un guiño, una pincelada más de nuestra vida y que poco a poco, va dibujando el paisaje y paisanaje de nuestro yo interior.

Los tres, lo se, caminábamos acompañados aquella tarde…

Posted by Unknown |

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Nos mantendremos a la espera, para seguir leyendo este siempre querido blog, con el que tantas veces nos hemos sumergido con tus diarios y reflexiones.

Hasta pronto :)