Papeles en el viento


Los papeles revolotean al viento, en círculos, como vórtices de la voluntad arbitria del mismo. He visto esa imagen y pienso. De dónde sale, qué es lo que ocurre para que me lleve a preguntar por ella. Es acaso un ardid de la ilusión, o por el contrario metafórica certeza; la del tiempo.

Pienso, como digo, en ello al compás de las notas de un tiempo pasado, que por voluntad esta noche revivo. Lo traigo al presente como muestra del deseo de la perpetuidad de su huella. El compás del giro del papel marca el tempo necesario, entre vuelta y vuelta, de las preguntas que en este momento se amontonan en mí. ¿Pueden las personas cambiar si éstas no lo desean? Acaso semejan estas dudas la desesperanza de un hombre, o son, por el contrario, luz refulgente de la experiencia. Puede que ambas deban ir de la mano esta noche si deseo responder, o es posible que puedan, y no deban. Que las dudas ante desesperanza o experiencia se resuelvan con una posibilidad en lugar de un fatídico destino.

Me decanto por rechazar esta última opción, y orientarme hacia la posibilidad. La vida no deja de ser, en este momento, revisión de determinismo. Por tanto, si desesperanza y experiencia pueden o no ir de la mano, existe la posibilidad de una nueva reflexión. ¿Pueden las personas cambiar si éstas no lo desean? La pregunta se repite, mas ahora suena diferente, por cuanto que alejando la desesperanza, la experiencia toma el control de la cuestión. ¿Y qué alega? Que la voluntad, firme reflejo del YO, es capaz de generar, de imaginar mundos, de crear realidades intrínsecas al ser que se aboca al enconamiento. La voluntad del no, de negar el cambio porque es éste precisamente quien amenaza la construcción de la voluntad, es lo que empuja a pensar, como papel que en vórtice gira tendiendo al infinito, en la posibilidad de una respuesta negativa a esta pregunta.
La voluntad, según Frankl, empujaba a los hombres hacia la salvación o hacia su perdición; tendería ésta a ser decisiva. Pues bien. Así es. Para bien y para mal, la voluntad nos define como personas, y solo de nosotros depende domarla para tender y crear, para aprender y soñar, para crecer y cambiar, como papeles en el movimiento perpetuo de la existencia.   

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