Complejidad
Si, pensando que hoy somos complejos, caemos en la cuenta de
que hace años también lo éramos y, aun así, nos sentimos diferentes a entonces,
podemos concluir que la diferencia entre nosotros y el mundo quizá no se
encontrara en la dificultad de nuestro mundo interior, como en su día creímos.
Puede simplemente ocurrir que seamos conscientes de que no
somos tan especiales, que seguramente los demás —y a su manera— experimenten lo
mismo, aun de manera imperceptible. Es la broma de la experiencia. Aquella
sonrisa sardónica del Destino que pensábamos condescendiente. Y lo mejor es,
qué duda cabe, que seguimos cambiando. Mañana no seremos “especialmente
complejos”, resultaremos potencialmente capaces de manejar nuestro yo desde nuevas
perspectivas. Del joven que se cuestiona al adulto que analiza la madurez prematura
con una visión no necesariamente subjetiva. He ahí que podremos ser mejores. Tenderemos
a ser “complejos humildes”.
¡Qué irónica secuencia la de clavar los ojos a través de los
años y comprobar la relación entre juventud y soberbia! Qué sorpresiva se
demuestra la realidad de nuestro ahora, tan, en suma, parecida y tan diferente
a la de entonces —pues no somos sino menos soberbios que ayer pero más que
mañana—. Y viviendo nuestras contradicciones de ayer saboreamos los matices que
nos estaban vedados, disfrutándolos como si fueran hoy y sonriendo aun en los
más amargos; el tiempo no sana, enseña a construir andamiajes para emociones
que nos engañan por nuestra soberbia. La sencillez con la que podemos mirar
atrás y discernir lo que parecía una madeja de pensamiento es la señal del
cambio, cuántico si se quiere, por cuanto la única herramienta de la intuición
alcanza cotas que estaban lejos del alcance de la razón. No éramos ni somos
complejos, solo vivimos construyendo un sentido que tiende a lo simple y que se
revela mirando nuestras huellas.
Como siempre, lo más grande se refugia en lo más pequeño. La
intuición no solo advierte, moldea y aclara. Construye nuestro yo iluminando
las claves que, en conjunto, simplifican y dotan de sentido a nuestra
existencia. Y nunca se detiene. Nos lleva a lo simple, que no es sino decir,
con la madurez.
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