Lágrimas de la nada

Dos gominolas. Así empezó todo, con dos simples caramelos. Es curioso comprobar cómo con los más nimios gestos se pueden desencadenar las mayores turbulencias. Recuerdo —escribir me sirve para ajustar la memoria— que aquella tarde, por causas desconocidas saltó un aviso en mi interior. Cuidado que te está gustando, venía a decir esa voz susurrante que algunos llaman conciencia, pero que yo prefiero atribuir a esa pequeña chispa del Todo que nos rodea. Y así fue. Digamos que es la historia típica —relatada además con anterioridad— de dos jóvenes. Pero ahora han pasado un par de meses y todo es demasiado complejo como para tratar de describirlo con palabras, y sólo las lágrimas de la nada han sido capaces de hacer acto de presencia la noche anterior. Lágrimas secas hechas a medias de resignación y profunda reflexión. Unas lágrimas existentes tan sólo para el nudo en la garganta que acompañaba esos momentos, lágrimas de necesidad y a un tiempo de firme voluntad de seguir adelante por encima de cualquier quimera.

Son las diez de la mañana y apenas ha dormido; la fiebre ha hecho acto de presencia y su ser es rodeado con el tenue manto de la duermevela. Hace calor, y esa sensación reaviva los recuerdos de hace apenas seis días, en los que nuestro anónimo protagonista deseó parar el mundo y dormitar para siempre junto a ella. Supongo que es una sensación que habrán experimentado alguna vez, esa clase de sentimiento que te cala hasta los huesos y te deja prendado de un rostro inocente. Son imágenes que quedarán grabadas para siempre, y sea cual sea el final de esta historia —de la cual el protagonista se siente irónico partícipe—, ronda la certeza de haber merecido la pena. El dolor, la emoción, las risas, las penas, juntas hacen de este ripio relato de la vida de un ser anónimo en el mundo, de un ser asolado ante las circunstancias que lo rodean y centrado en el sentimiento, un relato del tragicómico discurrir por el camino que hacemos al vivir. En cualquier caso no importa, porque a pesar de las dificultades que nos rodeen debemos ser capaces de estar por encima de ellas, de vencer los miedos y las indecisiones que nos asalten a base de saber leer en el corazón de las personas implicadas; de esos seres que un día aparecieron en esta esquina de un pequeño punto azul en medio de la nada. No rendirse es el primer paso, el segundo, aún resta por descubrir…

“No queda sino batirnos.”

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