Reivindica lo simple

Las últimas motas de luz escapan por el patio. Todo oscurece y fluye hacia la penumbra. Noche de locos, mundo real, sociedad cansada, ultrajada por los tiempos del qué dirán y por la retorcida maquinaria comercial.

Así estamos, no hay más. A veces me pregunto qué es lo que sacamos en claro de todo esto, unos cuantos placeres diluidos en la rutina, y vuelta a empezar. No hay manera, supongo que debe ser así, y aunque es bello vivir en una urbe cosmopolita y moderna, a veces dejamos escapar de entre nuestras trajinosas manos cosas tan simples como, por ejemplo, el olor a tierra mojada, el roce de la arena entre nuestros dedos, o el milagro de la sonrisa del niño que ve partir hacia los cielos al pajarillo que persigue.

Es mucho más sencillo de lo que aparenta, tan solo basta con detenerse y mirar la gastada suela de nuestros zapatos.

Lo más grande… en lo más pequeño.

Por eso reivindica lo simple.

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