Toscana


A decir verdad, no se por dónde empezar. Cómo transmitir tanta belleza, a un vulgar escrito que además, probablemente, no sobreviva más allá del suspiro que media entre dos eternidades, entre el día y la noche de la existencia. A buena fe que esto es un intento por evitar que mis recuerdos se vean diluidos como lágrimas en la lluvia.

-Viernes 7 de Noviembre:

Suena el despertador, abro los ojos y veo el mismo dormitorio de siempre, mas hoy se ve distinto, quizá sean los vientos que arropan al viajero…

Pasan las horas y entre las preparaciones acierto a mirar por la ventana; un gorrión me devuelve la mirada al tiempo que la brisa de levante envuelve mis sentidos, hoy es un buen día.

Ya en el aeropuerto e imbuido en mis pensamientos y en el trajín que supone acertar a encajar en la maquinaria que organiza, traslada y manipula viajeros, decido sentarme a esperar. Me acompaña Tatiana, de no ser por ella habría caído en el descontrol de la hormiga que se ve privada de las antenas…

Un vuelo rutinario en las formas, que no en las sensaciones, me ayuda a reflexionar en lo mucho que tengo por delante. Lástima de no estar en la ventanilla, gajes del oficio supongo.

Florencia, magna y cosmopolita por igual, se vislumbra en el horizonte, con su arte y su locura, con su bagaje o su frescura.

Aún sin saber cómo ni por qué, me veo en medio de la ciudad, de noche, con un coche y sin más ayuda para regresar que la curiosa voz de Marlene.

Dicen que de los imprevistos nacen los hombres y la personalidad, posiblemente me haya dejado dos años de vida en aquel asfalto sucio y agrietado por el tiempo y la desidia…

Al poco de sobrevivir al averno florentino, aparece mi hermano con la moto prevista, se lo agradezco, de no ser por él, ahora no estaría escribiendo estas líneas.

Son las once y media de la noche, pliego velas, mañana tocará lidiar con más de un tifosi emulador de Rossi.

-Sábado 8 de Noviembre:

Un día para no olvidar, cientos de kilómetros a devorar, con la alegre compañía del ronroneo del bóxer y el bramido susurrante de la moto del ala dorada.

Pasan los pueblos, uno tras otro, cada cual tiene su aquel, en esencia lo mismo pero distinto, curiosidades de la vida…

Mi montura responde leal y conciliadora a mis órdenes, mas sus formas dejan que desear, en un guiño del Destino cambiaron a la madre por la comadrona y me veo luchando por no besar el suelo.

El encanto de la región no encuentra palabras para ser descrito, hasta el cielo parece distinto en aquel itálico rincón.

Tras dejar atrás miles de curvas y peripecias, llegamos a nuestro destino.
La villa se muestra imponente y orgullosa, todo fachada en realidad, su interior es bonito, pero no destaca. Urbino, una de tantas damiselas vestidas de domingo…

La vuelta es dura, la noche cae sobre nuestras espaldas, inexorable, impasible e implacable, todo lo inunda, todo lo envuelve, divertida por ver a este pobre incauto fenecer helado bajo su siniestro manto.

Aún en la noche, Arezzo parece tamizar entre el tráfico la belleza de la vida, momentáneamente espantada para estos tres incautos y advenedizos motoristas.

Tras un tramo apresurado y oscuro, llegamos a nuestro punto de partida y cansados pero felices, nos vamos a dormir con la satisfacción de haber vivido un día variado, divertido y por qué no decirlo, emocionante.

-Domingo 9 de Noviembre:

El alba se presenta brumosa, pero resulta ser un espejismo, una broma de la naturaleza a fin de cuentas…

Cambiamos la chirriante quinientos por una recatada ciento cincuenta, vestida de gala. No parece mala moto…
Ponemos rumbo al chianti, pronto las curvas de primera se tornan mis aliadas, son perfectas para disfrutar de las bondades de la japonesa, dejándose caer con facilidad al ápice.

La perspectiva invita a detenerse y empaparse del más puro espíritu toscano, al abrigo del olivo, a la sombra del ciprés…

Pronto la causalidad se torna perpleja realidad, camuflándose de azar, mientras hace cruzar delante de nosotros a unos amigos.

Tras comer con ellos y ya oscureciendo partimos de vuelta, no sin antes intercambiar monturas para que pruebe lo que la marca bávara es capaz de ofrecer, a quien esté dispuesto a pagar unos cuantos miles de euros de más.

Con el tiempo justo la damisela es devuelta a su hediento antro. No me equivoqué, ha sido una buena compañera…

-Lunes 10 de Noviembre:

La pesadez de quien se sabe abocado a la rutina se manifiesta en toda su crudeza. Hago la maleta y en compañía de mi hermano, parto al aeropuerto.

Durante el regreso me da tiempo a reflexionar más aún, ayudado por la perspectiva de unos pirineos nevados de azúcar, como si desde la lejanía deseasen un poco de atención. Aquí y allá, las nubes vaporosas tejían un paisaje más propio de un cuento, que de una realidad que nos cubre cada día, sin ser atendida ni recordada.

Pasan las horas.

Escribo unas líneas sin saber por dónde empezar. En la duermevela de la existencia podremos descubrir el suspiro que media entre dos eternidades y encontrar en la belleza de los sueños la clave del éxito.

Llueve ahí fuera…

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