Born to be wild

A lo lejos la moto espera entre brumas y silencio, relegada al polvoriento olvido. Sus cromados refulgen al sol con un deje de anacrónico pasado, como si sus destellos acompasados al movimiento del astro rey —el único viaje que hasta ahora conoce— marcaran al diapasón de los tiempos su existencia silenciosa.

Corre una ligera brisa vespertina. Viene del oeste, me pregunto qué vivencias, qué palabras, qué risas y qué silencios trae consigo flotando en la hipnosis del presente memorando. Las cigarras tocan a ceremonia, hace calor. Entro en la característica duermevela —cuasi olvidada— de quien se aproxima a un momento decisivo. Todo parece deslizarse despacio, ralentizado al son del crujir de las piedras del camino, y al llegar a mi destino, esa nueva compañera de doble ventrículo que es la chopper se torna magnánima, casi inocente y virginal.

Deslizo los dedos por su lomo de metal y se dibujan sobre ella mis primeras caricias. La siento delicada, mas su inocente y pacífico aspecto evidencian lo equivocado de tales aseveraciones. En verdad es bella.

Es al introducir la llave cuando revive en mí un pasaje olvidado de la humanidad, el famoso Carpe diem, o el nómada espíritu. Cada clic de la cerradura aumenta las pulsaciones, y un torrente de adrenalina se desborda por mi interior, estremeciéndose. Ha llegado el momento de dar vida al alma de Noa. Dos intentos bastan para atronar conciencias apoltronadas en su conformismo; todo vibra, suena, quema. El viento de poniente ahora azota enfurecido como enojado por esta súbita alteración en su discurrir, y el todo vuélvese ocre. Me ajusto las gafas de sol, ahora no viajará sola aquella enigmática y cegadora luz.

La primera engrana con una sonora coz y todo parece dar vueltas. El faro alumbra el oscuro infinito de la incertidumbre y el valor de los hechos se abre paso. Miro al horizonte y me pregunto, qué nos aguarda, y quién de nosotros volverá algún día para contar que una tarde en mitad de ninguna parte, la razón daba paso a la intuición, mientras la locura y la cordura se abrazaron en la inhóspita aventura de la búsqueda del yo…



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