Estrellas en el mercado, el parque o la plaza

Mucho tiempo después el hombre paró en donde tuvo noticias de ella la última vez.

La buscó en la plaza, la buscó en el bar, la buscó en el parque, en el colegio, en el mercado. Se perdió entre las calles cuales pliegues de las sábanas que un día fueran geografías inhóspitas. Exploró el mapa de la memoria tratando de asir una realidad que se escapaba entre los dedos de unas manos que lo atormentaban.

Pero no la encontró allí.

Así que volvió sobre sí y encarando la moto que lo miraba con señas circunspectas, concluyó que ella no estaba. 

Quizá nunca lo estuvo. Quizás todo fue un juego, uno más de los que gustaba hacer, en aquel tiempo en que la libertad se disfrazaba de juventud. 

O puede que siguiera allí, que las noticias fueran ciertas. Que en aquel lugar los amaneceres siguieran bañando su sonrisa.

De cualquier modo él se sentía fracasado y eso, en cierta medida, lo hacía regresar a tiempos remotos. 

Así que desde la plaza se dispuso a partir a través de la llanura, lejos de aquellas tierras de sueños incumplidos y promesas de papel de fumar.

Cuando casco en mano y mochila al hombro oyó a lo lejos cierto llamar. Aquella voz. Un certero dardo al desolado corazón del jinete. 

Y ese fue el comienzo de otra historia, protagonista de los días que siguieron en donde las estrellas eran el preludio del mercado, el bar, el parque y la plaza. La misma que recordaría al ponerla negro sobre blanco en este papel, en la mesa que el tiempo brindaba para él, sobre la tempestad en la que naufragan voluntades y sobre la que rayaba su nombre pensando en otro amanecer estrellado.

Vivía con esa esperanza.

Posted by Malatesta |

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