Momentos

Hay momentos que vienen y van, momentos que se van y no vuelven a pasar. Momentos, secciones del tiempo, segmentos divididos en pos del auténtico sentimiento. Minutos de la imparable morralla más canalla, ratos en los que el corazón se para, se pasa esperando de frenada, y tras una puerta calma su imponente galopada. Alocada, sí, no ya al trote, sino al galope se nos escapa por la garganta, preguntando al sino si no es él un fantasma, cíclope dando la última estocada.

Ring, ring, suena el móvil. Es Pandora llamando, anhelando tu vuelta, suspirando tu regreso, inmóvil ante el vaso, la jarra o la botella, y llora. Qué haces en ese momento, es otro tipo de sentimiento, es distinto, cambiante, ya no es el vino tinto que embriagaba tus desvelos, ya no es quién hacía caer los miedos. Ahora suena desafiante y suplicante a un tiempo. Ah, momentos…

Cuelgas el móvil, dieciséis minutos parlando, llorando décimas digitales mientras el contador sigue sumando, y es que es así, no hay momentos sin sarmientos, como no hay vida sin portentos, vil Caronte llevando por delante todo atisbo de amor, estertor que un día desde tu interior brotó con gran ímpetu y mejor semblante.

Imponte, dice tu conciencia, mas no la escuchas, no la atiendes, pues en esos momentos no entiendes de apariencias. Y coges el coche y te plantas en tu nueva vida, en las nuevas sensaciones que esperas dar y recibir. Esperas, y sigues esperando, repasando con poca memoria los ojos que una tarde, con visos de los que arden, prometieron al descuido, y no a lo sumo por olvido, ser tuyos robándote el alma. Fría calma en la tempestad sin oídos, de los que un día huérfanos quedaron de calor y de cariño.

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