Prólogo

Este no es un libro al uso. Para empezar, te diré que aún no sé ni cómo he llegado hasta aquí, ni cómo es que estoy delante de una pantalla tecleando para ti. Supongo que era cuestión de tiempo. Sí Sara, creo que ha llegado el momento –mis amigos lo calificarán de prematuro, pero qué narices- de transmitirte o de al menos intentar hacerte llegar mi visión sobre este Mundo que tú y yo pisamos, y del que nadie sabe –sabemos- cuál será el futuro que le depara. Te hablaré de pasión, de lágrimas, de resignación, de libertad, de felicidad, del tiempo, del amor… De nuestro YO en medio del enjambre de personitas que nos rodea. En realidad me has de perdonar; me vas a servir de meta para plasmar en papel todo lo que hasta el día de hoy, a mis veintiún años, he podido sacar en claro. También –cómo no- quiero pedir disculpas al hipotético lector que repase sus dedos por estas paupérrimas páginas, he sido un desconsiderado al no hacer las presentaciones pertinentes. Sara es mi sobrina. Está a punto de cumplir ocho años y ya apunta maneras. Habla con la mirada. Es de esas niñas de enormes y profundos ojos azabache que miran más allá de cualquier apariencia o convención. Ya ves Sara, en qué cosas nos fijamos algunos para quedar reducidos a la nada al primer vistazo…

A Sara y a ti, lector, os voy a hablar de una manera de ver la vida que a mi juicio resulta muy rentable. Quiero que eches un vistazo en derredor. ¿Qué ves? Yo te lo diré, gente, mucha gente atareada y con prisas que de un lado para otro arrastran su vida, esclavizados por múltiples razones que a todas luces parecen enormes muros insalvables, y que –además y para colmo- entre los cuales parecemos todos abocados un día a vivir. Permíteme hacerte llegar mi humilde receta para hacer de tu existencia algo provechoso para ti. Y es que, sin ambages, creo firmemente en el YO, en un individualismo apoyado en los demás que nos permita desarrollar y sobre todo, experimentar las múltiples caras y sabores que la vida nos reserva.

Solo me resta hacer de esta lectura algo provechoso y ameno, algo que nos anime a adentrarnos en el apasionante mundo interior de nuestra realidad. Demos la mano de la duda y el primer paso. El segundo es cosa tuya.

¿Comenzamos?

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