Nombres de paso (I/II)

Sólo son varios nombres
sin sentido ni buscado azar,
nombres que buscaron jugar
a las damas, guerreras de noches.
Turbulentas las más veces,
reposadas en otras,
la mayoría animosas.
Surgió de sus labios la amistad,
o dieron paso a la intimidad,
recorriendo sendas tortuosas.

Comienza esta serie de décimas
por el alfa de los tiempos,
cuando por falta de tormentos,
no eran familiares las lágrimas.
Azules e inocentes las miradas
de Elena, Marta, Clara, tal vez
jugaban partidas de ajedrez,
siendo peones de este juego,
con el que prendimos el fuego,
que relegara al olvido la niñez.

Entre luces y sombras añejas,
voy abriendo la tapa de los años,
y contemplo a esos niños,
en portales, tras puertas complejas
separando los besos de las quejas.
Se llamaban Carlota y Cristina,
y de nosotros recelaba Sabina,
pues clavando en tierra la rodilla,
con ambas a explorar su espinilla
jugamos, y ella quedaba sin propina.

En estas del norte Aby aparece
por carta escribiendo,
las tardes me alegra leyendo.
El mañana no la conoce,
vuela en cartas el romance.
Queriendo un día conocernos,
pasaron los meses y los años.
Hoy sólo quedan las brasas
del recuerdo y sus letras;
apartados fueron los besos.

A las peligrosas femme fatal,
que del alfa al omega sus cuerpos
recorría, bebiendo los vientos
un rato, navegando sin igual.
A ellas, Carmen, Raquel, mortal
caricia la suya de madrugada.
Sin dudar si estaba enamorada,
accedía a imaginarla de mujer,
disfrazarla de nada al oscurecer,
y al Alba adiós, espero tu llamada.

A Paloma, a Marina, a Jennifer,
que buscaban al gato y al ratón,
sin importar si hallaban garrafón,
al averno bajaban, según lucifer,
si con esas encontraban el placer.
Como Irene, Ester, o Nieves,
resueltas a llegar a ser felices,
encontrándole a él, el pretendido,
sin buscarlo que es muy sufrido,
para al final, comer perdices.

Silvia, Laura y Andrea
por el túnel de los corazones,
se colaban casi a trompicones,
pillándote en baja la marea.
Para terminar con esta verborrea,
por hoy digo ¡ya basta!
Es duro encestar en la canasta.
Es la brecha del recuerdo,
sé fuerte y da un buen muerdo,
deja huella, hunde tu asta.

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