Negra noche

Primeros de Junio, es de noche y no puedo dormir. Las sirenas de las ambulancias parecen olvidar toda norma de convivencia, pero quizá sean el primer ejemplo al que seguir. Ruedan rápido, pasan por encima de cualquier norma, saltan, reniegan de cualquier convención, huyen de la muerte en loca carrera hacia adelante, sin futuro, sin más presente que unos semáforos en rojo. Definitivamente me gustan.

Hace calor, me siento en el sillón e imbuyo mis pensamientos en una lata de zumo de cebada. Aguanto poco ahí plantado, varios pensamientos demoran la quietud de mi espíritu. Esta noche saludo a la constelación del solitario desde el parque, decido. Las calles están vacías, parecen ausentarse del bullicio matutino; torticera bandera blanca en medio de la nada. Llego al solar, una pareja de vagabundos reta a Morfeo a base de cigarrillos. Paso de largo, posiblemente no me hayan visto. ¿Quién si no el mismo Caronte vislumbraría esa sombra que divaga entre árbol y árbol, a la sombra del regazo vegetal?

El futuro plantea ciertas inquietudes que azotan el ánimo, entre ellas el verano y sus riesgos, el amor y el odio que se vislumbra en el ya cercano aliento tras mis pasos. Esa damisela, falsa y bella, que un día dije adiós…

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