Vuela Alto

Desde un balcón que tiende sus virtudes al Cantábrico asoma una silueta gris, y en su mirada el simple recuerdo del añil. Camisa y camisón torturado, corbata y pantalón de sueño perforado; los años desecaron sus lágrimas, y la brisa del malecón barrió cualquier atisbo de razón. Pero ella sigue ahí, y contigo sueña, por ti empaña en el presente su pasado, hipotecando el futuro en la amargura de quien se sabe fenecer en la espesura del licor.

Cuentan que hace años de amores mercenarios vivió, pero tirando de seudónimo cruzó el amor con el trabajo. Y hoy la rémora arrastra la mirada cansada por su apellido, diez mil.

El virus de la madrugada impregna las sábanas; continúan revueltas y frías. Suena la puerta tras de sí, y por el pasillo camina el presagio. En la mesita olvida aquella foto que un día marcó con el carmín de la desilusión. Por el faro nacen los primeros rayos de sol, que de nuevo la han descubierto en pleno amanecer camino de la playa. El olor a salitre remansa su corazón, ya falta poco. Lleva en la mano un fajo de papeles en blanco, cruel símil de una historia sin protagonista.

Muerte anunciada en el silbido del sereno. Cierra los ojos sumergiendo vida y recuerdos en las frías aguas, las mismas que de adolescente bautizaron su Destino diluyendo las penas entre bucólicas aspiraciones de humo y tragos de alcohol. En los labios la moneda para Caronte, y tras ella, la espuma desfigura las huellas del fantasma que un día soñó con despegar.

Hoy ese espectro camina por el pozo de las sombras, y en la playa quedaron los papeles. Eolo en fútil homenaje levanta con brisa la primera hoja, y las demás casan el olvido entre las olas.

Ahora vuela alto…

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