Metáforas

La vida se asemeja a una taza de café.

Lo que merece la pena de ella es como su espuma, frágil, suave y delicada, aparentemente efímera.

Sin embargo, según vamos bebiendo (y viviendo), comprobamos que lo interesante, lo importante, nos acompaña como la primera caricia.

Ella permite saborearla siempre, deleitarnos con su dulzura mientras ésta aumenta en el haber de los años.

Pincelando con su legado los muros de nuestra memoria.

Mañana de Lunes. Apenas pasan de las diez.

Día gris, llevándose con sus lágrimas de lluvia los últimos copos navideños.

Era de esperar, supongo. Me encuentro como siempre, aguardando.
Esperando aquella mirada que me robó el corazón y el sentido de la prudencia.

Sus azules ojos parecían haberse llevado todo la alegría, que bañaba con su luz los hoy, tristes campos por los que me arrastro.

Y la sigo esperando, como Julián esperaba a su Penélope, quitándose la vida convencido del sinsentido de su ausencia, a la que esperaba, por la que suspiraba.

Tenía quince años y la vida en los labios.

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