Leo, la Bestia

Pasaban de las seis de la tarde y la luz crepuscular avanzaba como una admonición, las sombras envolverían en poco tiempo el escenario en el cual talento y voz se aunaban en un ser llamado Leo.

Por delante, decenas de seguidores aguardaban expectantes el momento cumbre. Por detrás, mujeres fatal compartían miradas furtivas con medio mundo, en un extraño juego del gato y el ratón en el cual no estaba claro quien sería el felino una vez caída la noche. Juanjo, fiel compañero en estas lides, observaba en derredor posibles encuentros entre los dioses del caos y la masa enfervorecida, que aullando al son de un metal forjado en el mismo infierno, bien podría haber servido de fiel infantería del averno.

Y llegó el momento. Una paradójica cadena de metal nos separaba de nuestro destino. Tras franquearla, el cielo se cubrió de chispas cuando tres palmas chocaron con considerada camaradería. Fuerte y decidida, no esperaba menos de Leo, la bestia. Entre firmas y alboroto, Juanjo y quien escribe nos fotografiamos como uno más. Aún con el picor en las palmas nos despedimos mano en alto enarbolando un saludo universal. Felices de conocer en persona aquella voz que nos ha acompañado durante años en los momentos más intensos. Y es que alguien como nosotros, que criticamos con saña este mundo dejado de la cordura, también merecemos echar una canita al aire…

No solemos idolatrar nada ni a nadie, pero en este caso la excepción confirma la regla. Unos pocos instantes con la leyenda del metal español bien merecen la espera.

Por unos minutos volvimos a ser humanos.

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