Último día

Ayer se fue. Cogió la salida y traspasó su umbral. Nunca sabré si esa pequeña pausa tras la puerta significó algo. Quizás sí, o quizás no. Tras recobrar su firmeza cerró tras de sí, dejando una profunda huella allí en donde creyó estar para siempre. Los últimos tiempos fueron premonitorios, como la marea que llega poco a poco avisando suavemente con la brisa del cambio. Han sido días en los que el final ha llegado sin estridencias, sin señales espectaculares, callado como una enfermedad o una sentencia sin apelación.

Al principio todo era expectación, auténtica ilusión por conocer todo de ella mientras me fundía en su mirada de cobalto, o apoyaba mi barbilla sobre su pelo en medio de una clase magistral de sentimientos. Ahora todo terminó. Hemos estado por última vez frente a frente, mirándonos a los ojos, y al fin la he visto fuera, lejos. Completamente extraña, como si su vida y la mía discurrieran por caminos distintos. Y lo singular es que al advertir eso no experimenté dolor, ni melancolía. Sólo una precisa sensación de alivio infinito, e indiferencia. Eso quizás sea lo más extraño de todo, la indiferencia. Tras ocupar mi vida durante la intangible eternidad de los sueños, resulta que ahora ya no me importa. Ya no es asunto mío y eso me hace sentir egoístamente limpio y libre.

Hemos crecido a la par, compañera de aventuras y amiga en las penurias. Aún recuerdo esas noches estrelladas de verano en las que me preguntaba qué habría ahí fuera. No lo sé, respondía, tan sólo sé que debe de haber mucho por descubrir. Ella, en su fuero interno divagaba entre el asombro, la duda, y la cómplice compañía. Eterno contrapeso de mis cavilaciones, continua sorpresa en mis dudas, permanente sonrisa en sus facciones. Ahora ya no está. Ha partido siguiendo el camino que yo mismo ayudé a trazar.

La última mañana, la de su despedida, no fue tal. Con el primer alba gris, que de nuevo la había sorprendido fumando en el balcón, recogió sus pequeñas cosas y cargó al hombro su permanente y roída mochila de viaje. Simulando que dormía, la vi asomarse a mi dormitorio y mirar al que un día fue su confidente, y con un deje de enigmática sonrisa, se alejó hacia la puerta en su particular cortejo de despedida, al que sólo asistirían sus recuerdos y mi alma asomada tras sus tacones. Como digo, esa fugaz duda en el quicio de la puerta pareció significar que todavía le importaba, o quizás en un postrer acto de ironía lo hiciera en homenaje a todo este tiempo de mutua convivencia.

Termino de teclear estas líneas, me levanto y apago la música que nos ha acompañado durante estos últimos meses. Qué cosas. Por qué tendré un nudo en la garganta. A fin de cuentas, sólo se trataba de un sueño más.

Posted by Unknown |

2 comentarios:

Absí dijo...

Sueños, combustible de nuestras mayores fuerzas motoras y causante de las peores decepciones. La verdadera angustia es cuando dejas de verla, apenas la recuerdas, solo y en contadas ocasiones la maldita providencia te permite ver sus rasgos una vez más, sin embargo el tiempo sigue su cauce y cada vez se hace más y más dificil...

marcelomr dijo...

No me cabe duda de que así es, pero las sensaciones prevalecen más allá del vacío que dejan las esquinas de nuestra memoria. Al final no quedará sino batirnos con el duelo por la pérdida, la desidia del presente, y contra la misma ausencia.

Sin embargo, volverán los días de gloria en los que tras un quiebro del malévolo Destino, poder recobrar lo perdido ante la sola evocación de un pasado, presente y por supuesto, futuro, juntos.

Ese día no está lejos, tan sólo dista la voluntad. Esa Medusa podrá dejarte de piedra, o dejar acercarte a ella, pero al menos lo habrás intentado, sin dejar hueco al tormento diario del "y si..."