Aldo


No deja de ser curioso, los grandes ejemplos sobre cómo afrontar la vida, sobre la actitud ante ésta, los tenemos en la mayoría de las veces, ante nuestras narices.

Cómo se demuestra, nuestra ya habitual torpeza, la desesperante ceguera, la incorregible altivez humana, nos aparta de lo verdaderamente importante.

Sirva de ejemplo un perro, en especial uno del que me siento muy orgulloso y al que aprecio en gran medida.

Aldo, que así es como se llama, lo tiene todo y a su vez no tiene nada y sin embargo, no se preocupa, en su aparente falta de conciencia, radica el ejemplo del que deseo hablar.

Como el más sabio de los humanos, vive al día, no hace planes (y aunque pudiera, posiblemente no se molestase, para mí es mucho más sabio que muchos de los que se asoman a la vida.)

No lo veremos angustiado por el qué comerá, dónde dormirá o que hará mañana. Él, en su aparente animalidad, adelanta nuestro futuro.

Regala Amor, agitando la cola de los sentimientos, dejándome sin habla.

Probablemente no sobreviva a su muerte física y sin embargo, yo sé que es feliz.

La noche no roba tiempo al día, sino que regala el más bello juego de colores, pasando del negro al perlado, ámbar de la vida y por último, azul nebadón, Aldo, es experto en intuición, enfrascada en los grilletes de una vida sin vida, de un amanecer nublado, de un horizonte difuminado. Y paradójicamente, los supuestos humanos racionales, dan la espalda, orgullosos, de la mano de un castillo de cartón llamado ciencia y razón…

Lo tiene todo y a su vez, no tiene nada, pero como dije, lo más grande, está en lo más pequeño.

No le trates de buscar un segundo sentido a estas líneas, pues la Verdad no se difumina en nada, la única Verdad con mayúsculas, la tiene Aldo. Como dice mi cuñado, si hablase sería un licenciado. Ya lo creo, master en Vida, en Amor regalado sin visos de recoger lo sembrado…

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