Intramuros

-[Lo que a continuación relato, debe ser leído no solo como una alegoría a ciertos recuerdos de un lugar, sino también como una subyugación de sentimientos, como una reflexión sobre mí mismo. Un saludo y gracias por estar ahí.]-






Silencio en los pasillos, el griterío ha dejado paso a la soledad del maduro.

Muros impregnados de vida, ahora embrujados momentáneamente en la tristeza desconchada.

Puertas herrumbrosas, chirriando ahora sólo al paso del viento.

Lámparas que alumbran la nada, proyectando sombra.

Polvo en lugar de jolgorio, melancolía en lugar de alegría.

Papeles, antes archivo, ahora alfombra semi-húmeda.

Patio desierto, espejo de un alma barruntando a poniente.

Pupitres fríos, aún grabados con fugaces corazones por quienes, hoy, sólo son iniciales.

Pizarras otrora verdes, ahora, gris polvo.

Cocinas burbujeantes, actualmente moradas por mesas y sillas apiladas.

Capilla solitaria, de la que hasta Jesús, marchó.

Tejado horadado por los elementos, exhausto ante la evidencia.

Árbol lloroso, cabizbajo, ante la perspectiva en fuga de un pasado mejor.

Ratón, único inquilino, último conserje, ahora hechizado en la loca carrera hacia el fin, hacia el sendero de traición a su morada…

Un lugar sin nombre, adalid de la pequeña historia, la de un pasado feliz, inexplicablemente trasvasado al lado oscuro del olvido.

Ese lugar continúa anclado en los cimientos de la tristeza, ignorando que de su polvo renacerá el ave fénix de los sentimientos, de la chispa nacida en su interior y de la que, ahora, sólo queda la nostalgia.

Y en medio de todo esto, me encuentro yo, observando atónito como hasta los más infranqueables muros de mi infancia, han dado paso a la soledad acompañada, del que se sabe hijo de un Dios, momentáneamente hechizado en la carne.



Posted by Unknown |

2 comentarios:

Unknown dijo...

Editado para añadir unas pocas lineas más.

Anónimo dijo...

Gran edificio de ese tiempo infame que llaman Siglo de Oro. Aunque lo cierto es que, quienes lo vivieron y sufrieron, de oro vieron poco; y de plata, la justa. Sacrificio estéril, gloriosas derrotas, corrupción, picaresca, miseria y poca vergüenza, de eso sí que hubo a espuertas. Lo que pasa es que luego uno va y mira un cuadro de Diego Velázquez, oye unos versos de Lope o de Calderón, lee un soneto de Don Francisco de Quevedo, se da una vuelta por el Monasterio del Escorial y se dice que bueno, que tal vez mereció la pena.