Luna


Atardecía sobre las suaves colinas. El Sol, perezoso, se acostaba.

Era el momento, lo sabía. Necesitaba de un momento de respiro, de soledad, de mágica ausencia de la humanidad…

Rumbo a ninguna parte, enfilé senderos y caminos vecinales, caminos huertanos, caminos panochos, para perderme en la soledad de la fragancia del limonar.

Y el Sol se puso. Paré el coche para quedarme en silencio cuando, de improviso, la luna se descubrió acariciándome la mano.

Ella, solitaria y majestuosa, me estaba acompañando en aquel mágico momento. Posada en el asiento del copiloto, asentía feliz a mis pensamientos. No estaba solo, aunque lo pretendiese, siempre había alguien a mi lado. Y ahora doy gracias por ello…

Salí del coche, me recosté y allí estaba. Cuando menos te la esperas, ella, como la intuición, pasa de puntillas. Despuntaba detrás del pinar, deseosa quizá, de acomodarse a mi lado.

Y pasaron los minutos, puede que horas, en realidad nunca lo supe, pero en la negrura de la noche, suavemente alumbrada por mi acompañante, di gracias y volví a sonreír…
26/03/08

Posted by Unknown |

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