Desde el Bauprés

Nuestro paso por la existencia está caracterizado desde un principio, por los vínculos a los que somos afines por las circunstancias de la vida.

Pueden ser de tipo geográfico, en donde más que vínculos, son condicionantes para el desarrollo de cada individuo. También pueden ser de tipo familiar, relacionados con el parentesco y, por último, los vínculos labrados en el discurrir de la vida, es decir, los únicos que no nos vienen dados por nacimiento, quizá los más importantes, hablo de las amistades.

Los amigos, en mi opinión, son un pilar fundamental de las personas, sin ellos, no tenemos la posibilidad de mostrar nuestras inquietudes más abiertamente que a la familia. Hablar a un amigo, a un verdadero amigo, es como hablarte a ti mismo, más aún, los verdaderos amigos, se entienden con la mirada, no necesitan de las palabras, que esclavizan y mutilan los sentimientos.

Quizá yo no tenga muchos amigos, pero lo importante es la calidad, más que la cantidad. Sé, con certeza, que al menos uno puedo considerarlo como verdadero amigo, aunque los demás también son amigos de calidad, pero hay alguien al que le pongo al corriente de mis inquietudes, mis dudas, mis alegrías y mis penas más que a los demás, en definitiva, un verdadero amigo. Lástima que por las circunstancias, no nos veamos más a menudo, sin duda lo echo en falta.

Alguien al que la Providencia puso en mi camino desde muy temprana edad, a quien, considerándolo bien, fue mi primer amigo. El primero, con cuatro años nos conocimos. Ahora, desde la distancia, valoro más la verdadera magnitud de aquel encuentro, hace más de quince años de aquel día y lo recuerdo como si fuera ayer.
Necesito comentarle y exponerle todas estas dudas y experiencias que, sin duda, están cambiando los esquemas de mi vida y que me gustaría compartir con él, quiero ayudarle a alcanzar esta seguridad y este optimismo que me invade desde hace un mes, sé que lo necesita.