Carta a un desmemoriado


Hoy me dirijo a mí mismo.

Voy repasando mi vida hasta hoy, año a año, suceso tras suceso, compruebo que los 19 años que llevo en este mundo los he vivido angustiado por las prisas, por el colegio, por el qué dirán, por el egoísmo, por el individualismo cerrado.

Durante estos años la sociedad me ha enseñado de la envidia y he probado su amargo sabor. Me ha enseñado el egoísmo, cerrándome horizontes. Me ha enseñado a crear un Marcelo reflexivo, pensativo en los grandes temas políticos de la sociedad, sin darme cuenta, que todo eso es una gran farsa, pues antes hay que dejar atrás las ansias de riquezas movidas, una vez más, por el egoísmo…

Pero hace dos meses ha surgido un nuevo Marcelo, una nueva persona, moral y espiritualmente hablando.

Es curioso comprobar cuan hondo puede penetrar una filosofía de vida en una persona. Resumida esta en las treinta y cuatro reflexiones anteriores, creo haber dejado patente en ellas, mis ideas, con la esperanza de que algún día ayuden a los demás. (Como de hecho ya han servido)

La vida, podemos resumirla en una sucesión de acontecimientos orientados a un fin benéfico que, aun no viéndolo, está ahí.

Vivamos con Amor, como yo hago y confiemos. Omega es el Principio.
El Principio de una escalada sin pausa hacia el Fin último, el Jefe.

Voy de la mano del Amor y la vida cobra un mágico sentido.
Voy aferrado a la esperanza, y los problemas empequeñecen.
Voy, finalmente, abriendo los ojos al orden maravilloso, que se que nos rodea.

Cierro aquí esta carta a mí mismo, una carta sin valor aparente, pero las apariencias engañan…

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