El Tiempo


El Tiempo, ese gran enemigo de las personas que viven ancladas en el mundo de la razón y el materialismo.

En el fondo, el tiempo no deja de ser una percepción subjetiva, dependiente sólo del estado de ánimo del sujeto. Es curioso como una determinada encadenación de presentes la percibimos tanto más larga cuanto más aburrida es. Y al revés si la actividad que realizamos nos parece amena y enriquecedora.

Por ejemplo y poniéndome a mí de sujeto, cuando escribo el tiempo literalmente “vuela”, se me escapa de entre los dedos de mi imaginación.
Sin embargo, a la hora de esperar y por desgracia me sucede a menudo, el paso de los minutos parece volverse eterno.

Como digo, nuestra percepción subjetiva del paso del tiempo no es más que eso, una percepción subjetiva, dependiente de la sugestión del individuo.

Como he afirmado anteriormente, el tiempo no es más que una sucesión de presentes, vivimos pues, en un permanente presente. El pasado no es más que ciertos hechos almacenados en la memoria, ya sea de cada persona o en los libros. El futuro, más abstracto aún, no es más que la ensoñación de las personas por intentar hacer planes, visionar por medio de la imaginación unas futuribles realidades fuera de nuestro alcance.

Es triste comprobar la angustia de esos infelices seres humanos consumiéndose internamente por un problema de horario, por un problema, visto desde otro punto de vista, de actitud frente a la vida.

La conclusión que saco de esto es bien sencilla, aunque nada fácil de aplicar, vivir de espaldas al reloj, vivir cada minuto como un regalo, conservando la capacidad de asombro y la capacidad de improvisación.

Yo he sido el primer esclavo del reloj, mi vida siempre ha girado en torno a él. Poco a poco, paso a paso, voy desclavando esos grilletes que me mantienen atado a tierra. Dentro de poco, podré experimentar cada vez más intensamente la sensación de estar en manos del Destino, del Padre.

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