Ideas Inconexas


Eso es, estoy dejando fluir las palabras directamente al ordenador, sin planes ni directrices, dejaremos que el Padre decida, Él sabe.

Los horrores, las guerras, el sufrimiento, la maldad, no son más que una equivocación fruto de la poca perspectiva, de malentendidos provocados por la falta de información.

Mi interior me susurra (y nunca falla), que todos estos sucesos son un mal menor, algo planeado y dirigido para poco a poco, crecer, caminar, correr más, hacia delante en una carrera que no tiene vuelta atrás. La humanidad comprenderá en el futuro que deben hacer caso a su corazón. Todas las gentes que no vieron ni verán esa época, comprenderán cuando pasen al otro lado, que estaban equivocados, que tenían la verdad más cerca de ellos que el mismo suelo, la tenían, en fin, en ellos mismos. ¡Lástima de la cantidad de palos de ciego que se dan en la vida!

-(Nueva señal, nuevos bríos para seguir adelante)-

Curioso, las muestras que veo de un plan director subyacente se repiten aun sin pedirlas, tan sólo con desearlas, las más mínimas pruebas se presentan.
Como cuando hace un par de capítulos escribí sobre mi amigo, en mi interior había un deseo sano, sincero, tenía que verle. Curiosamente, al día siguiente pude hablar con él tranquilamente sobre estos temas y corroborar mis pensamientos, más aún, conocí a un par de Kuis a través de él que me confirmaron mis sospechas.

Pero como digo, hoy no soy yo el que dirige esta reflexión, de ahí la falta de coherencia en este relato entre sus partes.

Esto es como aquel beduino de Beit Ids en la alta Jordania, no tenía ningún orden en sus palabras, ni siquiera acababa las oraciones, sin embargo, leyéndole entre líneas se sacaba un mensaje. Aquí pasa lo mismo.

Ayer, mientras caminaba junto a mi amigo, al cruzarme con ancianos, cuando pasábamos al lado de músicos de esquina, cuando contemplábamos la belleza de la noche reflejada en los edificios, cuando veíamos las colas de la gente por coger un bus turístico o para comprar lotería, era como estar viendo a Dios, detrás de cada uno, de cada piedra que forman unidas la gran creación que es la vida.

Continúo, me gusta no ceñirme a una idea central…

Ya sea en lo alto de Cabeza Líjar, en los valles del Tajo, en la Mar tranquila o revuelta, veo a Dios y le doy las gracias por darme esa mayor perspectiva, para ver más allá de mí mismo y, a la vez, bucear más adentro de mí.

Veo a Dios en mis amigos, cuando los escucho, me siento feliz. Sólo el hecho de saber que te comprenden (algunos más que otros, como todo en la vida), aunque no digas nada, que una mirada lo dice todo, que sabes que te aprecian, es un regalo y como tal, espero protegerlo para siempre. (Aunque a veces descuide un poco esas relaciones)

Ayer, volviendo a cambiar de tema jejeje, me sentía seguro, extrañamente seguro en las zonas donde tradicionalmente me habría sentido acobardado.
Como dije, esa seguridad que me acompaña desde hace tiempo se hizo presente de forma permanente. Aunque suene raro, al hablar con aquellos dos Kui, de espaldas a la muchedumbre que deambulaba por la Gran Vía, reafirmé mi seguridad y mi compromiso. A saber, viviría la vida lo mejor que supiera pero, sin embargo, allí, con ellos, pensé en que si (absurdamente) moría allí mismo, todo hubiera merecido la pena.

Tan seguro me sentí, que allí mismo, el mundo se hizo a mi medida y olvidé las preocupaciones típicas por nuestra seguridad en el centro.

Al rato, un grupo de exaltados extremistas se dirigió veladamente a una chica que nos acompañaba, insultándola. Pues bien, ni me preocupé, ni miré atrás, SABÍA, he dicho bien, SABÍA, que no nos pasaría nada y así fue.
Al poco, después de despedirnos, me acosté feliz. Y tal y como vino la noche, ésta se diluyó en un naranja-rosado amanecer más allá de la Alcarria, que contemplé desde la ventana primero, desde la azotea después.

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